La vida del artista es un camino largo, desafiante. Un fatigoso viaje que implica muchos sacrificios, aunque también uno de los mejores regalos que la vida me ha deparado. Esa sensación de experimentar la vida al máximo, poniendo el alma en todo lo que haces, guiarte por el corazón y poner toda la pasión en tu trabajo que al final no es más que crear arte. Los artistas, tanto pintores como fotógrafos, escultores, actores, diseñadores… muestran una vida fácil y opulenta, pero detrás de cada obra hay mucho trabajo, sacrificio, y muchos momentos de desánimo y desesperación, ya que no es tan fácil plasmar lo que uno quiere transmitir en cada obra.
Los artistas demuestran aptitudes diferentes al resto del mundo, entre ellas una gran valentía, y por otro lado son trabajadores incansables. Se enfrentan habitualmente al rechazo y la crítica más que otro tipo de profesionales en toda su vida y muchos de ellos, especialmente cuando inician su carrera, enfrentan la incertidumbre financiera que conlleva sacrificar un estilo de vida por perseguir un sueño. A pesar de eso, no son muchos los que eligen este tipo de vida. Aunque a veces solo te recompense el reconocimiento del espectador, en ese momento sientes que todo tiene sentido y eres como la luz de una vela que brilla y te guía al fondo del agujero.
Mi experiencia como fotógrafa a lo largo de cuatro años ha sido una de las más emocionantes de mi vida, y me siento muy satisfecha por ello. He tenido oportunidad de conocer y trabajar con una gran variedad de profesionales, cada uno con su enseñanza particular. He realizado más de cien sesiones fotográficas con casi quinientos tipos de artistas de diferentes disciplinas: modelos, maquilladores, peluqueros, diseñadores de moda, estilistas, cineastas… He tomado miles de fotografías en interminables jornadas de trabajo, para finalmente transformar esa realidad en otra más cercana a mis propios sentimientos, basados en la pintura impresionista.
Durante los primeros años, cuando empecé con la fotografía, si decaía y me planteaba dejarlo recordaba las palabras de un buen amigo: «si renuncias ahora, perderás todo lo que has hecho hasta este momento. Pero si sigues avanzando en tu camino, siempre habrá probabilidad de éxito. No se sabe cuándo, o si alguna vez realmente lo conseguirás, pero tienes que seguir intentándolo ya que amas lo que haces, así que déjate guiar por la pasión». A medida que pasaba el tiempo, encajaba cada rechazo como una oportunidad de seguir trabajando y disfrutando con lo que hacía. Constantemente recuerdo que Van Gogh solo vendió en su vida una obra de las novecientas que pintó. De todo esto he aprendido que la única manera de alcanzar un sueño es ser constante y amar lo que haces: las derrotas solo te hacen más fuerte.
A lo largo de toda mi vida he compaginado mi carrera profesional con la faceta de artista, luchando para lograr diferentes metas ya que creo que si quieres tener éxito en el ámbito profesional y en la vida, debes conservar los pies en la tierra y enfocar la mente en tu trabajo. La diferencia con el mundo artístico es que en este ámbito cuentan —y mucho—, tu corazón, tu alma e incluso los sentimientos. Tu ser tiene que verse involucrado en el proceso de creación de cada obra.
Hay que tener en cuenta que el arte es o debería ser desinteresado, resaltando que al final no se trata tanto de lucrarse como de un deseo sincero de llegar al alma de la gente, y ayudarles a que experimenten cosas que nunca antes se habían planteado. Creo que crear arte y enamorarse tienen mucho en común; ambos se concretan en «un viaje a un puerto secreto». Una flor a la que si prestas atención y tratas con la pasión y ternura que se merece, te abrirá sus pétalos, enriquecerá tu vida y te dará un nuevo y profundo significado. Pero esto solo ocurrirá si permites que tu mente comprenda que el acercamiento al misterio de un verdadero amor es como adentrarse a una obra de arte única y exquisita.
El camino a recorrer precisa de muchos sacrificios. Un auténtico artista enamorado de lo que hace probablemente pasará mucho tiempo a solas, sumergiéndose horas y horas en su mundo interior, dando vueltas a la imaginación, los sueños y sus propias ilusiones para finalmente plasmarlos en su obra.
Existe una gran polémica en el mundo del arte ya que se dice que las grandes artistas no pueden ser madres. ¿Por qué? Pues porque una artista es ambiciosa y apasionada únicamente de su creación y en esto no hay sitio para la maternidad. De hecho, algunas de las mejores artistas femeninas ampliamente conocidas —Georgia O’Keefe, Frida Kahlo y Lee Krasner— no tuvieron hijos. Los niños y su constante demanda de atención son incompatibles con el proceso creativo. El arte necesita el tiempo y la dedicación solo comparables a los que precisa un niño. Los artistas que persiguen sus sueños aducen que no es posible compaginar vida familiar con vida artística ya que hay muchos sentimientos confrontados y esto les pasa factura emocionalmente.
Lo más importante es no rendirte y seguir adelante. Al principio mucha gente criticará y rechazará tus obras, pero es esencial aceptar estas críticas y seguir, como un peregrino que vagando por diferentes tierras realmente no sabe a dónde se dirige pero procura disfrutar y aprender del camino. La ilusión se mantiene, aun sin saber qué te deparará el futuro. Al fin y al cabo, ¿no es la esperanza de que nuestro arte sea difundido y apreciado lo que hace que los artistas sigamos luchando? Debes creer en tu capacidad, amar lo que haces y, ante todo, crear algo que plasme con sinceridad y honestidad tu imagen de la belleza. El arte debe partir del alma, de tu propio ser, tu forma de vida, y tu deseo de mostrar al mundo una parte de ti mismo.